Extracto del artículo
La estrategia dietética y micronutricional debe estar dirigida a mejorar la persona en su conjunto y, al mismo tiempo, ayudar a inhibir el crecimiento tumoral:
- Aportar el conjunto óptimo de micronutrientes básicos resulta imprescindible en la persona con cáncer. Las dosis mayores de micronutrientes básicos y otros micronutrientes específicos y enzimas, deben ser estudiados en cada persona.
- Restringir el consumo de azúcares simples (glucosa y fructosa): alimentos y bebidas con sabor dulce, frutas dulces, cereales (pan, pasta, arroz, maíz…), tubérculos (patata…), vino, cerveza…
- Restringir el consumo de alimentos proteicos animales: carnes, pescados, mariscos y lácteos.
- Evitar los alimentos con moléculas tóxicas, como son los alimentos no ecológicos y los alimentos procesados, industrializados, precocinados…
- Aportar alimentos con grasas “buenas” como: aceite de coco virgen, aceite MCT, aceite de oliva virgen extra, semillas de chía (ALA), aceite de pescado (DHA), aceite de onagra (GLA), aceite de semillas de granada (CLNA), frutos secos, aguacate, huevo entero ecológico (fosfolípidos)…
- Aportar abundantes alimentos con fitoquímicos como: verduras hortalizas, ajo y cebolla tiernos, jengibre, frutas del bosque, piel con la parte blanca de cítricos ecológicos, setas, hongos y especias; crudos o poco hechos.
- El microayuno es uno de los apoyos más eficaces para vencer la enfermedad, incluido el cáncer. El microayuno diario consiste en merendar-cenar muy ligero y que pasen de 14 a 16 horas hasta el desayuno al poco de levantarse.
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La estrategia dietética y micronutricional debe estar dirigida a mejorar la persona en su conjunto y, al mismo tiempo, ayudar a inhibir el crecimiento tumoral. Consiste básicamente en la aplicación del método Dr. Cardona expuesto en esta Web, con su alimentación y complementos, teniendo en cuenta que cuando el cáncer está extendido o presenta metástasis, deben eliminarse de la alimentación básica del método: lácteos, carnes, pescados, incrementando los aminoácidos básicos a dos tomas al día.
Aportar el conjunto óptimo de micronutrientes básicos resulta imprescindible en la persona con cáncer, por ser los elementos o “materia prima” necesaria para conseguir unas adecuadas y eficientes capacidades antioxidante-antiinflamatoria, detoxificante, inmunitaria, reparadora y regeneradora del organismo. Capacidades imprescindibles para que la persona pueda vencer al cáncer y, al mismo tiempo, recupere la función de sus órganos, el bienestar general y la salud. Consiste en aportar dosis fisiológicas de vitaminas activas, colina, inositol, minerales esenciales, coenzima Q10, ácido R-lipoico, ácidos grasos omega 6 y omega 3 activos y aminoácidos esenciales y semiesenciales, poca metionina, glicina solo en algunas personas, y no aportar glutamina, ácido glutámico, arginina ni serina.
Las dosis mayores de micronutrientes básicos y otros micronutrientes más específicos, deben ser estudiados en cada persona, de acuerdo con sus insuficiencias micronutricionales, los síntomas y parámetros, el tipo de cáncer y las patologías asociadas. Por ejemplo, puede ser necesario aportar dosis mayores de metabolitos de la vitamina D3, vitamina K2, vitamina C y magnesio, por la insuficiencia que presenta el paciente.
En muchas personas afectadas es necesario aportar conjuntos de enzimas digestivas y sistémicas, por potenciar la acción de los micronutrientes, ayudar a inhibir la acción promotora del microambiente tumoral, su acción anticoagulante, poder mejorar la eficacia del sistema inmune y presentar una acción detoxificante imprescindible en la persona con cáncer. Además, las terapias convencionales del cáncer agotan las enzimas digestivas y metabólicas del cuerpo. Consiste en administrar productos de enzimas digestivas, fibrinolíticas y proteolíticas (serrapeptase, nattokinase, tripsina, quimotripsina, bromelaína, papaína…), junto con la toma diaria de verduras-hortalizas crudas, frutas crudas, germinados (brotes verdes) y hongos enteros (agaricus, cordyceps, reishi, shiitake, maitake…).
Restringir el consumo de azúcares simples (glucosa y fructosa): alimentos y bebidas con sabor dulce, frutas dulces, cereales (pan, pasta, arroz, maíz…), tubérculos (patata…), vino, cerveza… También algunos alimentos lácteos y proteicos incrementan la insulina, aunque no aumenten la glucemia. En general, la célula cancerosa es más dependiente de la glucosa, y cuando no la consigue se inhibe su crecimiento. El aporte de aceite de coco virgen y, especialmente el aceite MCT solo de ácido caprílico, facilita la producción de cuerpos cetónicos como fuente alternativa de energía para las células.
Restringir también el consumo de alimentos proteicos animales: carnes, pescados, mariscos, lácteos… (pueden tomarse huevos ecológicos), aportando los aminoácidos básicos de forma equilibrada, con cantidades reducidas de metionina. La alimentación tipo cetogénico comentada y el aporte de grasas “buenas” consigue que el cuerpo necesite un menor aporte de proteínas. La clave está en suprimir estos alimentos y aportar el conjunto de aminoácidos básicos del método Dr. Cardona, junto con micronutrientes que permiten una mejor síntesis proteica en el hígado a partir de dichos aminoácidos. Así pueden conseguirse mayores beneficios que con la restricción severa proteica, la restricción calórica o el ayuno, y sin los inconvenientes que comportan estas dietas. La combinación óptima de aminoácidos también ayuda a fortalecer el colágeno en el organismo y en los tejidos próximos al tumor.
La mayoría de las células cancerosas necesitan del aporte a través de la alimentación del aminoácido arginina para crecer ya que no pueden sintetizarla, y la restricción de arginina en la alimentación podría inhibir su crecimiento.
El ácido palmítico, un ácido graso saturado que se encuentra principalmente en el aceite de palma y en carnes, pescados y lácteos grasos, estimula el crecimiento y expansión del cáncer.
Evitar los alimentos y factores acidificantes, aumentando los alcalinizantes. La acidificación extracelular e intratumoral es necesaria para el crecimiento y expansión tumoral, siendo el cáncer tanto más agresivo cuanto mayor la hipoxia y acidificación de su microambiente.
Deben seguirse medidas que no acidifiquen el espacio intersticial (medio extracelular) y, al mismo tiempo, acidifiquen el interior de la célula cancerosa, como son una alimentación moderada en calorías, sin azúcares (blancos, jarabe de maíz, jarabe de glucosa, melazas…) ni cereales refinados (blancos), con muy pocas grasas y proteínas animales, sin lácteos, casi sin sal y sin alcohol, junto a la evitación de tóxicos ambientales y radiaciones, y la práctica de ejercicio físico regular en ambiente no contaminado. El ácido graso omega 3 DHA puede ayudar a variar el pH intracelular de las células cancerosas hacia la acidificación.
Al mismo tiempo, deben tomarse alimentos que alcalinicen el medio extracelular, como es una alimentación a base de alimentos vegetales crudos: hortalizas, verduras, frutas, brotes verdes germinados, setas, almendras crudas… También el agua hidrogenada puede conseguir una acción alcalinizante debido a su efecto antioxidante. Intentar la alcalinización del organismo de forma activa (por ejemplo, mediante bicarbonato) no es aconsejable porque puede incluso activar el crecimiento de algunos tipos de tumores y porque podría afectar negativamente a personas con predisposición a otras patologías (como enfermedades neurodegenerativas, Alzheimer, esclerosis…).
Evitar los alimentos con moléculas tóxicas, como son los alimentos de origen animal grasos no ecológicos: lácteos, huevos, carnes, pescados de piscifactoría…, los vegetales no ecológicos en los que no se elimina la piel, y los alimentos procesados. Pero también los alimentos con carbohidratos (glucosa, fructosa, almidón…) como: cereales, patata…, cuando se calientan a más de 120º y con poca humedad (fritos, horneados, tostados) se produce acrilamina, una sustancia cancerígena. Es el caso de: patatas fritas de bolsa (el que más contiene), patatas fritas caseras, cereales para desayuno, aperitivos salados, palomitas y aperitivos de maíz, panes industrializados, galletas de todo tipo, crackers, bollería, pastelería, pan crujiente, pan tostado, corteza oscurecida del pan, muchos chocolates, café torrefacto, sucedáneos del café, ciruelas pasas, puré de ciruelas, algunos alimentos para bebés… Además, se forma acrilamina por un mecanismo distinto en frutos secos y semillas tostados (no en los crudos), crema de cacahuete, aceitunas negras, alimentos en polvo (incluido café y cacao), y en los alimentos procesados, fritos, horneados y tostados, especialmente si adquieren un color oscuro.
Reducir el aporte de nutrientes clave para el crecimiento de la célula cancerosa: glucosa (azúcar), ácido palmítico (ácido graso saturado de cadena larga), metionina (aminoácido), arginina (aminoácido), ácido glutámico (aminoácido) y glutamina (aminoácido), y también unos nutrientes llamados poliaminas de ciertos alimentos como los fermentados y madurados.
Aportar alimentos con grasas “buenas” como: aceite de coco virgen, aceite MCT, aceite de oliva virgen extra, semillas de chía (ALA), aceite de pescado (DHA), aceite de onagra (GLA), aceite de semillas de granada (CLNA), frutos secos, aguacate, huevo entero ecológico (fosfolípidos)… En muchas células cancerosas, por su distinto metabolismo, estas grasas pueden dificultar su funcionamiento, e incluso algunas (como el DHA) pueden ser tóxicas para ellas. Por el contrario, la célula sana funciona mejor con dichas grasas cuando se aportan de forma adecuada y equilibrada. Tampoco deben tomarse en exceso por contener cierta cantidad de ácido palmítico (ácido graso saturado de cadena larga).
Aportar abundantes alimentos con fitoquímicos antioxidantes-antinflamatorios (sustancias de las plantas que son activas biológicamente), como: verduras (especialmente las crucíferas), hortalizas, ajo y cebolla tiernos, jengibre, frutas del bosque, piel con la parte blanca de cítricos ecológicos (naranja, limón…), setas, hongos enteros (Agaricus, Cordyceps, Maitake, Reishi, Shiitake…) y especias; crudos o poco hechos.
El conjunto de micronutrientes básicos necesita del apoyo y la “colaboración” de estos extensos grupos de fitoquímicos para mejorar la capacidad antioxidante y antiinflamatoria del organismo. Son los conjuntos naturales de fitoquímicos contenidos en estos alimentos enteros los que consiguen esta acción, mas que los fitoquímicos por separado en complementos.
La fitoterapia o tratamiento con plantas y sus derivados es utilizada por un elevado porcentaje de pacientes oncológicos. Por ejemplo: zumo de pomelo, zumos de bayas, hipérico, algas como equinácea, astrágalo, alfalfa, regaliz, ginseng, ginkgo biloba, levadura de arroz rojo, extractos de té verde…, y también el aporte de fitoquímicos aislados (ECGC, curcumina…). Estos compuestos, aunque sean naturales pueden interaccionar con fármacos o micronutrientes, alterar enzimas o provocar otras acciones negativas para la persona. Además, en los extractos de plantas no se conoce su composición exacta en fitoquímicos y micronutrientes, ni la farmacocinética y farmacodinámica de sus principios activos.
La medicina micronutricional o micronutrición no es fitoterapia, ya que utiliza micronutrientes y enzimas digestivas y proteolíticas, y los micronutrientes son moléculas propias del organismo que forman parte de su metabolismo nutricional básico celular, utilizados a dosis no ortomoleculares (no elevadas), por lo que es muy improbable que provoque acciones negativas en el paciente ni interaccione con fármacos. Los hongos en forma de complemento es una forma de administrar gliconutrientes, como los betaglucanos, pero se aplican en micoterapia que no es medicina micronutricional.
El microayuno es uno de los apoyos más eficaces para vencer la enfermedad, incluido el cáncer. El microayuno diario consiste en merendar-cenar muy ligero: verduras-hortalizas, y que pasen de 14 a 16 horas hasta el desayuno básico del método Dr. Cardona, y no comer a media mañana. Con el desayuno básico se aportan los micronutrientes básicos, incluido el conjunto de aminoácidos. Así se logran formar más cuerpos cetónicos durante la noche, sin aportar sal ni producir residuos tóxicos del metabolismo proteico hasta la comida del mediodía, permitiendo el reposo y la reparación de los órganos depurativos: hígado, riñones e intestino, y pulmón y piel. El microayuno es esencial para que las células se adapten a obtener la energía de grasas y no de carbohidratos, reducir la insulina, potenciar la acción enzimática… y mejorar la capacidad de reparación y regeneración de los tejidos, favoreciéndose la formación de nuevas células. El ayuno activa enzimas que a su vez activan las células madre para formar células nuevas en los órganos dañados. Es decir, ayuda a regenerar dichos órganos (recuperar estructura y función), cuando disponen de los elementos necesarios, lo que conseguimos con la micronutrición aportada. El microayuno puede dificultar la entrada de glucosa en las células tumorales, y ayuda a tolerar bien la alimentación de tipo cetogénico al no precisar una reducción tan drástica de los carbohidratos.
En resumen, la estrategia alimentaria y micronutricional en una persona con cáncer se basa en el óptimo aporte de micronutrientes, enzimas, conjuntos de fitoquímicos y grasas “buenas”, mediante alimentos crudos y complementos micronutricionales, y un escaso aporte de carbohidratos y proteínas, junto a un microayuno diario. Con el fin de mejorar las células normales y funciones orgánicas, al tiempo que se ayuda a inhibir el crecimiento tumoral. Mucho más eficaz como tratamiento complementario del cáncer que aplicar estas restricciones o aportes de forma incompleta o por separado, como por ejemplo limitarse a: restringir azúcares, o carbohidratos, o proteínas, o grasas animales, o ayunar, o solo administrar nutrientes, enzimas o fitoquímicos aislados, o “alcalinizar al organismo”. Dicha estrategia terapéutica, además de aportar los beneficios mencionados es la que mejor reduce el exceso de inflamación de las personas con cáncer.